jueves, 19 de junio de 2008

Constante decepción



Quiero dar mi protesta luego de la derrota contra Uruguay. No pido la cabeza de nadie, solo comprendan la posición de un hincha que mata por su equipo y espera que los jugadores, hagan lo mismo por el Per(ú).

Escribe: David Gavidia.

El sábado último rompí una promesa. Después de doce años siguiendo a la selección, cada vez que jugaba en Lima, no asistí al estadio. Hice cosas imposibles por ir siempre a los partidos de mi adorada Blanca y roja. (¡Carajo, qué defraudado estoy!): Me escapé del colegio en el año 97, le robé 50 soles a mi mamá para comprar una reventa contra Brasil en 2001, e incluso empeñé mi DNI para adquirir un boleto y asistir a un partido contra Chile en la misma eliminatoria. Siempre a Norte, en mi querida popular. Pero el último fin de semana, contra Colombia, nada. Recordé entonces que tenía plata pero no ganas. Era un efecto rebote. La decepción del buen hincha. La tristeza del que se siente defraudado.
Ya lo dijera Nietzsche: “Es que nada hay tan difícil como cerrar por amor la mano abierta y avergonzarse de su generosidad”.
Nunca le fallé. Se los juró. Partido amistoso en Lima, ¡Presente!, partido de preparación en el Monumental, ¡Presente!, en el Nacional ¡Presente!… para qué más.
La última vez que pisé el estadio para ver a la blanca y roja fue contra Brasil. Ese gol de Vargas lo grité tanto como uno de la U. Pero finalmente un triste empate. Luego de aquel partido sucedió el show del Hotel Golf los incas, cayó Pizarro, Mendoza, Acasiete y Farfán con la facilidad que Masías se resiste a disculparse con los ciclista de Larcomar (“¡Nos detuvieron por Cholos!”, La República, 13 de junio de 2008).
Entonces vino la debacle. Expulsaron a esos jugadores, supuestamente los de mayor calidad (sigo dudando de Pizarro y Mendoza) y vino lo bueno (es un eufemismo): España nos metió dos, México cuatro, Colombia uno y en el colmo de la barbarie Uruguay seis. Nuestra boca se infló de gol en solo dos ocasiones. (Cómo duele perder así). Ya no lo pudo describir mejor Abelardo Sánchez León: Se trata de “La balada del gol perdido”. La clasificación quedó de la siguiente forma: últimos del continente, con solo tres puntos en el bolsillo y menos doce goles “a favor”. Qué ironía. ¡Humillante!
Me pregunto: ¿Es acaso tan difícil defender una casaquilla que representa un país?. ¿Tan complicado, por último, saber que, no eres tú (Mariño, solo por decir uno) sino esa casaquilla representa a tu mamá, papá, hijos, abuelo, tu …¡!!!HISTORIA…!!!.
¡!!NO TODO ES PLATA MIERDA.!!!
La pregunta me la hago como hincha que gusta de fútbol y lo aseguro, mataría por mi equipo. ¿Qué pensará Cueto de todo esto? ¿Dirá algo el “nene” Cubillas?, Maestro Challe, no me jodas, esto es un mal lúpulo…. ¡No pasa!.
Ayer los trabajadores de Construcción civil realizaron una marcha rumbo al Congreso y no sé cómo se consiguieron un póster tamaño natural del “Chemo” del Solar (Sigo siendo tu hincha José Guillermo, pero por tu bien… renuncia). Al llegar al Parlamento lo quemaron y pidieron su cabeza. Hicieron lo mismo con Burga. ¿Vive el doctor?. Sí, se fue a mermelandia.
Mientras, el hincha recibía a huevazos al ex equipo de todos. Les gritaban maricones y hasta cáscaras de plátano les mandaban. Esa es la sensación del verdadero hincha: decepción. Por eso preferí no ir al estadio el pasado sábado rompiendo con eso mi promesa de niño.
¿Es tan difícil sudarla por la tierra que los vio nacer?. ¿Es tan complicado salir a la cancha y decir: Hoy, por ti… la vida?, los aseguro que no. Personalidad, por la puta.
No hablemos de cambios. Para eso están los especialistas. No hablemos de manzanas podridas porque, ya sabemos por donde sale el gusano. ¿Dónde esta mi fútbol?, me pregunto ahora. Este domingo vuelve el apertura y dejaré que nuestro nivel doméstico nos siga engañando mientras la prensa deportiva-amarilla nos siga vendiendo papas por camotes. Yo seguiré alentando a mi equipo (Por siempre ¡Y dale U!) y, aunque nunca pude jugar en una profesional, seguiré dejando mi garganta en la tribuna como deseo que mis jugadores dejen los huevos en la cancha.. Quiero seguir engañado. Que somos los mejores. Entonces iré al estadio o prenderé el televisor en CMD, y cuando mi equipo gane, compraré todos los periódicos deportivos y los coleccionaré, y cuando pierda, olvidaré que hay una selección que lleva una franja roja sobre el pecho y que me hace llorar. Solo allí, le robaré la frase al Búho tevé, y con pena: apagaré el televisor.

miércoles, 4 de junio de 2008

200 años entre los vivos

Lugar de reposo de presidentes, escritores, héroes y religiosos, Cementerio Museo Presbítero Maestro cumple un especial aniversario con problemas y esperanzas. Crece el turismo nocturno en su interior.


Una crónica de: David Gavidia.

¿Cómo andar entre las tumbas y de noche sin temor alguno? Cuando los nichos se hacen más profundos y los mausoleos más grandes. Cuando la oscuridad llena cada espacio y la luz solo aparece a lo lejos, como luciérnagas en el bosque. No hay ruidos y la muerte es compañía. ¿Cómo caminar entre las tumbas con tanta vida muerta?
La pregunta se la trasladamos a José Izaguirre, panteonero del Museo Cementerio Presbítero Matías Maestro. Está habituado a absolver ese tipo de dudas. Hace ocho años que trabaja allí y su experiencia le hizo llegar a una conclusión: para ver difuntos o sentirlos, hay que tener un don especial. "No cualquiera puede". Es de noche. Casi las siete. Los rincones del panteón están vacíos y le queda toda la madrugada por delante. ¿Cómo evitar el miedo?
"Simplemente no lo hay", dice.
Entonces, no puede evitarlo y relata esas historias que fascinan, y ya por esas horas tocan los nervios. Primero, que durante las noches, compañeros suyos oyen ruidos de adentro de los nichos. También, que han visto aparecidos e incluso, los difuntos, han pedido una oración de salvación. "Sucedió alguna vez en la segunda puerta del cementerio. El guardián de turno oyó ruidos. Entonces, se le apareció alguien y le dijo: "Quiero que me salven… recen por mí". Luego desapareció, desde ese día, se hace una oración por el alma". Todo lo cuenta en un ambiente tétrico, donde las siluetas de estatuas se levantan sobre las tumbas y parecen recorrer un eterno peregrinaje.
Son las 7.30 pm.

UN POCO DE HISTORIA
El Cementerio Presbítero Maestro fue abierto el 31 de mayo de 1808. Hace doscientos años. Rompió con la costumbre de enterrar los cuerpos en hospitales, conventos y parroquias para que al fin descansen en un espacio público. El mismo que ahora pisamos, antorchas en mano.
Ha llegado público y el recorrido solitario que iniciamos con José Bocanegra, historiador y guía del museo cementerio ha culminado. Ahora toca conocerlo en grupo. Han llegado 500 personas. Inician "Noches de Luna Llena", recorrido por el Presbítero Maestro que se realiza los últimos jueves de cada mes. Siempre de noche. En él, también participan, Luis Repetto y Gubén Chaparro.
Allí se explica que la construcción del camposanto se inició un 23 de abril de 1807 bajó la dirección del sacerdote Matías Maestro. También se destaca que fue por órdenes del Virrey Abascal y se inauguró un día como hoy hace doscientos años con el traslado de los restos del Obispo Juan Domingo Gonzales de la Rivera.
En el ambiente se respira una carga espiritual fuerte. A veces alimenta, otras agobia. Quedarse solo por los recovecos estimula el corazón, las emociones son fuertes. Es producto de las más de 850 tumbas, monumentos y mausoleos. También, de los más de 220 mil nichos que hay en el lugar.

HABITANTES ILUSTRES
En el Presbítero habitan peruanos ilustres: José Balta, Manuel Pardo, Felipe Santiago Salaverry, Abraham Valdelomar, Ciro Alegría, Ricardo Palma. Los héroes caídos en la Guerra del Pacífico y hasta santos populares como el niño Ricardito. Pero, así como su belleza histórica, también –en palabras de Luis Repetto– el cementerio tiene los mismos problemas que la ciudad: falta seguridad, hacinamiento, agua, contaminación.
Allí se ven estatuas sin manos, ausencia de dedos, monumentos de bronce robados. Dicen que chamanes y delincuentes comunes ingresan por las madrugadas e intentan saquear el lugar, que tiene más de 20 hectáreas. Rituales, falta de cultura. Todo en una suma de complejidades. "Imagínate, una estatua de bronce de 150 años vienen, la roban y la venden a diez soles", dice resignado Bocanegra, rodeado de niños y adultos que escuchan su explicación. El recorrido dura dos horas. Es el momento de partir.
Entonces el panteón queda solo y los guardias también. Además de los historiadores quién mejor que ellos para conocer este bicentenario Presbítero Maestro. Ese que nació en los extramuros de Lima y hoy es centro de la historia nuestra, con sus bellas estatuas neoclásicas y estructuras funerarias europeas del siglo 19. Allí, donde la muerte no es el fin, sino, como dicen, una simple continuación.


* (Crónica publicada en el diario La República el sábado 31 de mayo)