miércoles, 23 de junio de 2010

Graciela de Losada: la vida después de Felipe Tudela


El pasado dos de junio Graciela Lozada cumplió 80 años y en medio de su depresión sus hijos le quisieron organizar un cóctel a lo que ella respondió: “solo quiero a Felipe”. Esta es la historia de la señora a quien llamaron “arribista” y “tía aprovechada”.

Escribe: David Gavidia.
Foto: Archivo familiar.

Graciela de Lozada riega su jardín. Se preocupa porque ese pequeño espacio en las afueras de su casa en Magdalena no pierda ese verde alegre de los tiempos mejores. Es su rutina matutina, así como dar un paseo lento debido a un problema en la rodilla, siempre con un gesto adusto, ese de mujer a quien se le hizo añicos la moral.

El 11 de mayo cumplió un año sin ver a su esposo Felipe Tudela y Barreda, con quien el 8 de noviembre de 2007 contrajo nupcias en medio del escándalo público y acusaciones de grueso calibre por parte del hijo del patriarca de los Tudela, Francisco, el ex ministro fujimorista.

Durante ese año de ausencia, la señora Graciela Lozada subió quince kilos de peso “por la ansiedad”, confiesa una de sus hijas y, debido al golpe tan fuerte que le significó le sacaran “violentamente” de su vida a don Felipe, la pareja con la que compartió 30 años de su vida, “debe seguir tratamiento psicológico y siquiátrico”. El primero es para recuperar un poco la autoestima dañada y el segundo, para mantener el equilibrio emocional a través de los fármacos.

“Para ella es muy doloroso ese tema. Es como si le hubieran metido una dinamita en su vida”, dice Gracia Aljovín, una de las hijas de doña Graciela en la casa familiar de la calle Bernardo Monteagudo.
“Cada día la vemos peor. Le han demolido el autoestima debido a la campaña mediática que le hicieron: la han dejado como una ladrona, como una persona que se aprovechó de don Felipe para casarlo. Y la gente no se da cuenta que quien ha sido la verdadera víctima es ella, quien lo perdió todo”, describe Gracia, sobre la situación actual de su madre.

En tanto, Graciela de Lozada, se encarga de despejar su mente con visitas familiares y con actividades domésticas. Duerme mucho y durante las mañanas, tres veces por semana, sirve como voluntaria en la Casa de los ancianos desamparados en la avenida Brasil. El lugar es un asilo para adultos mayores de escasos recursos. Ella les brinda su apoyo, los visita. Uno de sus hijos se encarga de llevarla los lunes, miércoles y viernes. Llena un espacio vacío.

¿Se encuentra bien de salud?, le preguntamos en la puerta de su casa a doña Graciela de Lozada Marrou de Tudela. Viste pantalón beige y polo manga cero del mismo color. Se coloca un audífono y pide le preguntemos nuevamente a lo que ella responde: “Yo no hablo (de Felipe) porque es una cosa muy dolorosa para mi”, se disculpa, con una sonrisa opacada por la tristeza. Ya por teléfono nos lo habían adelantado. “La señora se encuentra cansada y está deprimida por ésta situación”.

La depresión aguda por la que atraviesa, afirma su hija Augusta Aljovín, es “aguda” y está clínicamente diagnosticada. Sin embargo, no se le nota en la apariencia. “Es que ella se guarda sus sentimientos, nos los exterioriza. Es muy recatada con esas cosas”, comenta. A la señora no se les ve débil ni baja de peso, tiene el cabello bien cuidado, y anda con los malestares propios de la edad. Es casi octogenaria. Afirman que anda con buen apetito, que debe hacer dieta para adelgazar. Que para triste.

Recién se le vio llorar
Como una triste anécdota, cuentan sus hijas, que nunca en sus vidas vieron llorar a su madre: “ni cuando murió el abuelo, ni cuando murió un sobrino de cáncer. Era una mujer muy fuerte. Recién, en este 2010, la he visto llorar de pena y por don Felipe”, dice Augusta Aljovín.

Para mejorarle el alicaído ánimo a la mujer que fue víctima de una campaña mediática en los medios, según afirman sus hijos, le propusieron hacerle un cóctel para el 2 de junio, día en el que cumplirá 80 años. La respuesta de la futura homenajeada fue: “Solo quiero a Felipe”.

“Felipe era el centro de su vida- dice Gracia-. Mi mamá se despertaba a las ocho o nueve de la mañana y lo primero que hacía era llamarlo. Toda su vida estaba organizada alrededor de Felipe, vivía para Felipe, era eje de su universo”, dice, describiendo lo violento que le resulta a doña Graciela, la ausencia de su compañero por casi 30 años.

Quizás por ello la Dama ignoró las declaraciones de Felipe Tudela y Barreda, quien en televisión la descalificó con adjetivos impropios -la acusó de secuestro, de que se quedaron con su dinero, pasaporte, que no la amaba, que era una interesada y que quiso lucrar con su relación- sin embargo, se indignó cuando en una conocida revista se reprodujo unas declaraciones de “Pancho” Tudela, en las que afirmaba que su padre usaba pañales.

“Qué horror, qué escándalo es ese para Felipe, qué se cree Pancho para humillarlo de esa forma declarando su intimidad, Fíjate cómo lo maltrata”, dijo Lozada Marrou, indignada y agregó: “No me importa lo que dijo en la televisión, solo me importa el estado en el que se encuentra ahora”.
La depresión aguda, cuenta un allegado a la familia Aljovín, empeoró el día que uno de sus integrantes le contó la supuesta situación en la que se encuentra el patriarca Tudela: tendría una embolia y estaría aislado: “la situación de la Señora empeoró. No le dolió lo que declaró el señor Felipe, pero sí la entristeció enterarse que él no podía ir al baño solo, que no se pueda levantarse ni para comer”, declaró la fuente.

¿En quiebra?
Mucho se habló sobre la actual situación económica de doña Graciela. Incluso, de un supuesto aprovechamiento para quedarse con la fortuna de don Felipe. En su descargo, la familia aseguró que su situación colinda con la quiebra por los gastos en abogados (solo en Estados Unidos habrían invertido unos 200 mil dólares y en Bolivia enfrentaron acusaciones de secuestro y allanamiento, por ejemplo).

“hay gente que nos ha prestado dinero para la defensa de Felipe y estamos vendiendo lo último que tenemos porque tampoco vamos a dejar a toda esta gente sin pagar. No podemos endeudarnos más… no tenemos para los abogados”, dice Augusta. Y sentencia con una frase que parece arrolladora: “”A mi madre le han pasado un rodillo por encima, económicamente, judicialmente y como imagen…en todo, todo”.

Actualmente llevan un proceso judicial de amparo para que se reviertan las multas que asciende a ocho millones y medio de dólares y que comenzó a enfrentar doña Graciela ni bien pisó suelo limeño en agosto 2009, cuando retornó, en silencio, desde Miami. La familia quiere apelar, pero aseguran “el Tribunal constitucional nos lo ha denegado”.

Como parte de pago le fueron embargados, a la señora, acciones de bolsa y lo poco que no se le quitó tuvo que venderlo para vivir un año sin ingresos. Hoy su situación económica, afirman, es más que complicada. “Debe pedir préstamos”.

Problemas como esos son los que trata de olvidar doña Graciela cuando riega su jardín o en sus paseos por Magdalena. La depresión no acaba con ella y sus hijas la apoyan para que no sea así. Sin embargo, andan preocupados por el futuro que le tocará enfrentar a doña Graciela y su vida después de Felipe Tudela.