miércoles, 6 de febrero de 2013

La chica de la playa



Texto: David Gavidia. 
Fotos: Víctor Vásquez.

Analí Gómez es Leo y contreras. Su carta astral la describe: “le gusta imponer su voluntad”.

No han pasado ni cinco minutos para que un poco de aquella personalidad se refleje en un gesto. Con una mirada severa rechazó un escabeche de pescado en el restaurante de su hermana. “Odio la cebolla”, dirá unos segundos más tarde,  cuando le pongan sobre la mesa el nuevo platillo, pero sin en el vegetal. “¡Ahora sí pues, chato!”, le agradecerá al mozo, sonriéndole con la complicidad de saber que logró lo que deseaba. Está acostumbrada a obtener sus caprichos.

Ser contreras es otro de los factores que le atribuyen como síntoma particular de su existencia.
-  “Mi hermanita es linda pero caprichosa”, dice Libia, dueña del restaurante El Coral, donde ahora se encuentra almorzando Analí.

- “La negra hace lo que quiere y cómo quiere”, dice su otro hermano Iván. Y ellos no se refieren a que la Negra de Punta Hermosa le guste dar la contra en hechos torpes, por el contrario, en los que sirven para ganar batallas impensadas. Analí Gómez Quiroz logró ser tablista profesional en tiempos en que el surf era un deporte de casi exclusividad para ricos, alcanzó hacerse de un nombre en la elite y ganar lo que se le puso por delante. Sus últimos triunfos: medalla de oro en los juegos Bolivarianos de Playa 2012 realizados en nuestro país, es dueña de los laureles deportivos y se suma el campeonato mundial que alcanzó con la selección en Punta Hermosa en octubre del 2010. Es un océano de títulos y medallas.

Seguro fue esa terquedad y convicción por salir adelante la que llamó la atención de América Televisión que hace unos días anunció llevará la vida de Analí Gómez a la pantalla chica, en medio de esa efervescencia por mostrar biografías de personajes que alcanzan la gloria desde abajo. La fórmula no tiene pierde y la sintonía está asegurada. La miniserie está basada en la vida de la surfista: padre pescador y tablista pobre, resultado: campeona mundial. La protagonista será la venezolana Korina Rivadeneira, que no es morena ni tiene los rulos de Analí. La serie tendrá el nombre “La chica de la playa”, todavía no tiene fecha de salida debido a un problema entre la surfista y los guionistas.

“Me llamaron los de la producción de canal cuatro y me comentaron lo de la miniserie. El tema solo está conversado y no es exactamente basada en mi vida”, se apura a rectificar Analí quien no sabe más del tema pero es contundente: “Yo nunca he contado mi vida ojala y salga bien”, dice, pero acepta que la idea de ser inspiración para una miniserie es “chévere”. Hasta el momento lo único que le molesta es saber que en la ficción su madre no estará viva. “Me ponen como si mi vieja  estuviera muerta y ella está más viva que yo”. La situción podría terminar en juicio.

QUERÍA CON VOLAR. Hubo un tiempo en que Analí Gómez soñó con recorrer el mundo. Ahora, con 26 años lo recuerda casi con nostalgia. Para ello quiso ser aeromoza. Por suerte dejó la idea a tiempo. Sin embargo, el sueño lo logró. El surf la llevó a países como Australia, China, Taití. A conocer idiomas extraños pese a no comunicarse e inglés. Además de hacer amigos que la reciben en Ecuador o Argentina como si fuera una pariente más. “El surf te permite hacer hermanos, recibirlos y que te reciban”, dice. Hace unos días volvió a Lima proveniente de Ecuador donde pasó unas semanas con los amigos. Estuvo por allá en Navidad y Año Nuevo. Regresó fresca aunque con un ligero golpe en el tobillo. Esto no le impide seguir entrenando y corriendo olas en Punta Hermosa. Su barrio.

Caminar por el balneario con Analí es toda una experiencia. El público le grita desde los balcones y restaurantes: “¡Buena Negra!”. “¡Felicitaciones Analí!”. Los niños se le acercan para conocer a la campeona, para hacerle preguntas sobre la tabla. La quieren como suya. Es la chica de la playa que camina por el cemento con los pies descalzos pese a que la acera hierve en calor. Es la morena de rulos rubios gracias a la sal del mar, es la mujer rebelde que nunca se compró una tabla. Cada una cuesta cuatrocientos dólares y equiparse para meterse al mar es una inversión costosa, aproximadamente, mil dólares. “Crees que voy a comprarme una tabla. Yo nunca me he comprado una.  Me la dan los auspicios…con mil dólares arreglo mi baño”, dice quién sabe de las necesidades básicas de un hogar. “Gracias a este deporte construí mi cuarto. Ahora con el próximo campeonato que gane quiero arreglar mi techito para que cuando llueva no se me meta el agua”, comenta y nos pide mencionar en la nota–con esa mirada que ya conocemos- sus auspiciadores: “ADO, IPD, BOZ, SANUK, Motos Makiba, Wayo Wilar, Punta Surf Shop”.

UN REGALO DE LA REINA. Ahora que recordó su primera tabla no olvidó a quién le obsequió la primera: La reina Sofía.  Fue la  Mulanovich quien un día la vio corriendo en la playa con una bodyboard prestada: “me llamó y me dijo: “¡oe, chata, toma!” y me dio una tabla profesional”. Desde entonces son como hermanas unidas por su veneración al mar.

El mar para Analí Gómez es ese Dios inmenso que la acoge. Si ella se califica una rebelde, al único ser superior que le tiene respeto es a él y sus olas. Es el lugar donde ha pasado sus momentos más bellos, donde ha chapoteado y también donde estuvo a punto de morir. Alguna vez su pie se atascó en una red de pescar. Se encontraba lejos de la orilla y por veinte minutos no hubo quien la ayude. Solo recuerda una mano y alguien quien la salvó. No surfeó por un mes. Luego se encomendó al mar, le proclamó su respeto y desde entonces no hay quién le ordene salir de allí. Se divierte.

Analí Gómez es la última de once hermanos. Es también quien junto a su hermano Jara se dedica a tiempo completo a practicar el surf. Ellos, junto a Iván, enseñan a correr olas a los vecinos de Punta Hermosa de escasos recursos en una pequeña escuelita.  Han visto en Miluska Tello, constante campeona en categoría menores, a una sucesora de la Negra. Sin embargo, hablar de sucesora todavía es prematuro. Analí no piensa en el retiro. No lo haría, es su profesión. Tampoco piensa en dejar el surf. A sus 26 cosecha una colección de títulos incalculables. En su sala se exhiben copas, trofeos pequeños, medianos, grandes, más condecoraciones, medallas,  diplomas, fotos con su tabla y una imagen que debe ser la que más le agrada. Ella cargada en hombros, con la bandera del Perú encima, una sonrisa inmensa de felicidad que al fin puede explotar de tanto estar contenida y los brazos en alto, que son señal inequívoca de que no se equivocó al elegir al mar como medio de vida.