Quiero dar mi protesta luego de la derrota contra Uruguay. No pido la cabeza de nadie, solo comprendan la posición de un hincha que mata por su equipo y espera que los jugadores, hagan lo mismo por el Per(ú).
Escribe: David Gavidia.
El sábado último rompí una promesa. Después de doce años siguiendo a la selección, cada vez que jugaba en Lima, no asistí al estadio. Hice cosas imposibles por ir siempre a los partidos de mi adorada Blanca y roja. (¡Carajo, qué defraudado estoy!): Me escapé del colegio en el año 97, le robé 50 soles a mi mamá para comprar una reventa contra Brasil en 2001, e incluso empeñé mi DNI para adquirir un boleto y asistir a un partido contra Chile en la misma eliminatoria. Siempre a Norte, en mi querida popular. Pero el último fin de semana, contra Colombia, nada. Recordé entonces que tenía plata pero no ganas. Era un efecto rebote. La decepción del buen hincha. La tristeza del que se siente defraudado.
Ya lo dijera Nietzsche: “Es que nada hay tan difícil como cerrar por amor la mano abierta y avergonzarse de su generosidad”.
Nunca le fallé. Se los juró. Partido amistoso en Lima, ¡Presente!, partido de preparación en el Monumental, ¡Presente!, en el Nacional ¡Presente!… para qué más.
La última vez que pisé el estadio para ver a la blanca y roja fue contra Brasil. Ese gol de Vargas lo grité tanto como uno de la U. Pero finalmente un triste empate. Luego de aquel partido sucedió el show del Hotel Golf los incas, cayó Pizarro, Mendoza, Acasiete y Farfán con la facilidad que Masías se resiste a disculparse con los ciclista de Larcomar (“¡Nos detuvieron por Cholos!”, La República, 13 de junio de 2008).
Entonces vino la debacle. Expulsaron a esos jugadores, supuestamente los de mayor calidad (sigo dudando de Pizarro y Mendoza) y vino lo bueno (es un eufemismo): España nos metió dos, México cuatro, Colombia uno y en el colmo de la barbarie Uruguay seis. Nuestra boca se infló de gol en solo dos ocasiones. (Cómo duele perder así). Ya no lo pudo describir mejor Abelardo Sánchez León: Se trata de “La balada del gol perdido”. La clasificación quedó de la siguiente forma: últimos del continente, con solo tres puntos en el bolsillo y menos doce goles “a favor”. Qué ironía. ¡Humillante!
Me pregunto: ¿Es acaso tan difícil defender una casaquilla que representa un país?. ¿Tan complicado, por último, saber que, no eres tú (Mariño, solo por decir uno) sino esa casaquilla representa a tu mamá, papá, hijos, abuelo, tu …¡!!!HISTORIA…!!!.
¡!!NO TODO ES PLATA MIERDA.!!!
La pregunta me la hago como hincha que gusta de fútbol y lo aseguro, mataría por mi equipo. ¿Qué pensará Cueto de todo esto? ¿Dirá algo el “nene” Cubillas?, Maestro Challe, no me jodas, esto es un mal lúpulo…. ¡No pasa!.
Ayer los trabajadores de Construcción civil realizaron una marcha rumbo al Congreso y no sé cómo se consiguieron un póster tamaño natural del “Chemo” del Solar (Sigo siendo tu hincha José Guillermo, pero por tu bien… renuncia). Al llegar al Parlamento lo quemaron y pidieron su cabeza. Hicieron lo mismo con Burga. ¿Vive el doctor?. Sí, se fue a mermelandia.
Mientras, el hincha recibía a huevazos al ex equipo de todos. Les gritaban maricones y hasta cáscaras de plátano les mandaban. Esa es la sensación del verdadero hincha: decepción. Por eso preferí no ir al estadio el pasado sábado rompiendo con eso mi promesa de niño.
¿Es tan difícil sudarla por la tierra que los vio nacer?. ¿Es tan complicado salir a la cancha y decir: Hoy, por ti… la vida?, los aseguro que no. Personalidad, por la puta.
No hablemos de cambios. Para eso están los especialistas. No hablemos de manzanas podridas porque, ya sabemos por donde sale el gusano. ¿Dónde esta mi fútbol?, me pregunto ahora. Este domingo vuelve el apertura y dejaré que nuestro nivel doméstico nos siga engañando mientras la prensa deportiva-amarilla nos siga vendiendo papas por camotes. Yo seguiré alentando a mi equipo (Por siempre ¡Y dale U!) y, aunque nunca pude jugar en una profesional, seguiré dejando mi garganta en la tribuna como deseo que mis jugadores dejen los huevos en la cancha.. Quiero seguir engañado. Que somos los mejores. Entonces iré al estadio o prenderé el televisor en CMD, y cuando mi equipo gane, compraré todos los periódicos deportivos y los coleccionaré, y cuando pierda, olvidaré que hay una selección que lleva una franja roja sobre el pecho y que me hace llorar. Solo allí, le robaré la frase al Búho tevé, y con pena: apagaré el televisor.