martes, 29 de enero de 2008

El artista que dejó los puñales

Luis Cueva Manchego, alias, LU.CU.MA. Ex bandido, pendenciero y putañero. Los siete pecados capitales reunidos en un hombre que encontró en el arte la liberación de sus fobias. Si un día mató, hoy lo retrató.


Una crónica de David Gavidia.
Fotos (cortesía): Virgilio Grajeda. La república.


Primero nos dice que se parece a Chacalón. Que sus iniciales LU.CU.MA, no eran más que la abreviatura de su nombre: Luis Cueva Manchego. Que pinta, que dibuja, que se halla plantado. Primero desconfía, no quiere conversar. Dice que declararle a periodistas le trajo problemas. Que su familia lo rechaza por lo que fue y por lo que es. Que no lo comprenden. Que si fue un bandido se debió a cosas del ayer, que si mató, robó y se drogó fue cosa del pasado. Ya está plantado, no quiere más problemas. "No por las huevas me comí 23 años en prisión".

Y ahora no vale desconfiar. Pese a su mirada cómplice, pese a que viste como militar, pese a que detrás suyo se alza pintado un Cristo chuceado, tatuado y con dolor. LU.CU.MA –ese hombre que hizo de sicario en el campo– expone sus obras en el Centro Cultural de la Escuela de Bellas Artes. Allí se retratan asesinatos en los Andes, guerrillas en la selva, la vida en los penales. Todo parece una exageración. Un exceso o una oda a la violencia, pero nada, Chacalón lo justifica diciendo que solo dibuja la vida dura, lo horrendo que hay en el mundo. Y todos, con ese tonillo chillón de cartel cumbiambero.
LU.CU.MA se muestra parlanchín. Ya entró en confianza. Pero nos pide un sencillito. ¡Aguja!, le decimos. Entiende. Conoce de miserias.

Heridas del ayer
"Estuve en prisión por homicidio, asalto, lesiones y por huevón. Ahora hago pinturas sobre el dolor. Mis cuadros hablan de los maltratos, violaciones, cosas horrendas. El sufrimiento de los presos en la prisión, trato de dar a conocer el mundo real de los penales", dice con la autoridad que le da haber pasado más de dos décadas encerrado.
Tras un breve silencio, continúa su relato. "Entré por primera vez al penal en 1969. Fue en Maranguita cuando tenía 16 años. Por una bronca, le rompí el hocico a un fulano. Luego, me internaron en el Larco Herrera, me volví a escapar y me fui a vivir a Mendocita en La Victoria. Allí anduve con mi compadre el Loco Jano, el Loco Malambito. Aprendí el mundo del hampa, a agarrar chaveta, a bronquearme y a drogarme. A los doctores del Larco Herrera les robaba heroína, morfina. Luego le entré al LSD, marihuana y pasta. Un día, cuando salí de prisión todo duro me encomendé a Dios y le dije: Si realmente existes, quítame este vicio, mira que tengo una hija. Nunca más volví a drogarme". Quizás por eso, el Todopoderoso es un personaje frecuente en su trabajo.

Su historia retumba en las paredes. La oyen, ahora, los turistas, los visitantes de la muestra, los jóvenes de Bellas Artes. Lo rodean, algunos la comentan. Otros negocian su obra, la que asegura, como la biblia, puede romper el corazón pues "la palabra de Dios penetra más que dos espadas hasta los tuétanos y discierne los pensamientos y corazón".

LU.CU.MA usa dos relojes, como buen "bandido", afirma. Vive en Iquitos, tiene 55 años y se dice fuerte y poderoso. Asegura le gusta la chicha, paraba en la carpa Grau y anduvo por el Cerro San Cosme, desde allí nació el apelativo Chacalón, por su parecido físico. Entre quienes lo ayudaron en el mundo del arte estuvieron Gustavo Buntix, Christian Bendayan e incluso –afirma que pese a las maleteadas iniciales– la misma Magaly Medina le tiene respeto.

De los penales
En sus obras también se retratan diversos personajes. Todos marginados. Tampoco están fuera la política, la corrupción, la deslealtad, el terrorismo, los íconos populares: Sarita Colonia, lo "cholo", las armas, la sangre. "Siempre uso sangre", detalla.
Para sus cuadros usa esmalte sintético, por lo que un cuadro suyo puede durar años. Recuerda –a cada rato– que no tiene plata, que nació en la pobreza pero que saldrá de ella por su arte, pese a que acepte que sea difícil por sus chuzos y tatuajes.

Y es que LU.CU.MA, este ex tísico, tuberculoso y de pulmones destrozados, no se anda con vainas. Ya piensa volver a Iquitos el mes próximo, allí, donde nadie lo jode. Ahora nos dice que ‘nos arranquemos’, que ya se cansó, que tiene que ir a vender unos cuadros. Otra vez nos insiste con el sencillo. Le repetimos ¡Aguja! Parece entender. De cargoso le mencionamos la palabra reincidencia, y él responde: Nooo, desde que salí de la cárcel ya no hago cojudeces. Solo pinto.

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