martes, 29 de enero de 2008

‘‘Estoy vivo porque Dios estuvo a mi lado’’

Richard Nina, el sobreviviente de La Victoria. Estas fueron las primeras declaraciones del único sobreviviente de la caída de un muro en construcción, en La Victoria. Cuenta cómo vivió las trágicas horas que permaneció enterrado vivo.

Una historia de David Gavidia.
Foto (cortesía): Roberto Cáceres. La República.

No hay que llorar. No hay por qué, varón. Sonríe, levanta esos ánimos. Y ahora que está vendado, con las heridas cicatrizando por todo el cuerpo, es increíble verlo tan recuperado. Sonriéndole a la vida y agradeciéndole a Dios. El ser omnipotente, que, según afirma, le salvó la vida y le permite respirar el aire que ahora goza y que el fatídico miércoles 12 de diciembre se le acababa al caerle encima toneladas de tierra y piedra. Este es su testimonio:

"Ya estoy saliendo de lo peor. Recuperándome. Mi alegría es inmensa por salir vivo de ese derrumbe, pero también me siento un poco adolorido por todo lo que ha pasado y apenado porque mis compañeros de trabajo fallecieron".

Richard Nina Paucará, de 27 años, está sentado en una cama de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Dos de Mayo. Lo rodean sus amigos, curiosos, gente que lo saluda, le dan ánimos y hasta no falta un carajo que nunca está de más cuando se trata de dar temperamento, ganas de mirar con desprecio a la adversidad.

"Lo que más me alegra de estar vivo es poder ver la luz del día, estar con mi papá, mi mamá, junto a ellos y mis amigos que vienen y me dicen: "Richard, ya todo pasó, tú tienes una fortaleza y esto de acá (mira de reojo su brazo mutilado) no te va a derrumbar. Estamos orando por ti, me dicen, y eso me da ánimos". El padre de Richard, lo oye. Imaginamos que con cierto orgullo, también con mucha preocupación. Y más cuando el hijo cuenta la historia que le tocó vivir.

"VI TIERRA POR TODOS LADOS"
"Todo fue tan repentino. Trabajábamos con mucho apuro cuando vimos que de pronto todo se desmoronaba. Entonces solo vi el concreto que caía. Tierra que estaba por todos lados. Tuve suerte que tres grandes piedras me aprisionaron, pero también me protegieron. Fue una milagro que no me aplastaran. Una cayó a mi derecha, otra a mi izquierda, otra al centro. Solo una cayó sobre mi brazo y lo perdí, pero eso ahora no importa, es mínimo, si ya logré sobrevivir", dice, con convicción.

Luego de un silencio en el que se le parece quebrar la voz y sus ojos se van nublando de lágrimas, se recompone, sonríe. Se soba las heridas y recuerda las más de diez horas que pasó enterrado en vida.

"Bajo tierra tenía una gran fe en Dios. Él me dio fortaleza para soportar. Cuando estaba entre los escombros nunca perdí el conocimiento, siempre estuve lúcido esperando a que viniera la máquina que escarbaba, pero pasaban las horas y no escuchaba nada. Cuando ya habían pasado más de diez horas, sentí que mi cuerpo se derrumbaba".

"NO VEÍA LUZ EN EL CIELO"
"Oré con toda mi alma y me despedí de Dios, de mi padre, de mi madre, pedí perdón por mis pecados y cuando cerré los ojos para buscar la luz en el cielo, no la hallaba. Entonces le pregunté a Dios: ¿Cuándo encuentro la luz para irme a tu lado, contigo? Tanto tiempo estoy acá y no aguanto, le dije. Allí sentí que alguien estaba a mi costado, imaginé que era Dios y me daba fuerzas. Seguramente tenía algo para mí, creí poder salir en algún momento… Allí fue cuando escuché la excavadora".

La imagen fue captada por un canal de TV. La pala mecánica sacando la tierra de los escombros y de pronto una cabeza. Era Richard. "¡Esta vivo!, ¡Esta vivo!", gritaban los bomberos.

Los mismos alaridos los oyó el joven constructor que, recuerda, sintió desvanecer el cuerpo faltando tan poco para su rescate. "La tierra ya había envuelto todo mi rostro. Le dije a Dios, con un poco de cólera, me vas a recoger después de haber aguantado tanto tiempo. Si esa es tu voluntad qué se va a hacer". Con el último suspiro que le quedaba gritó: "¡Ayudaaaaaa!..." fue allí que movió la cabeza. Los bomberos lo salvaron. Fue un final feliz.


PIDE BRAZO ORTOPÉDICO
Ahora más recuperado, Richard piensa en el futuro. Quiere trabajar en su profesión: computación e informática. Pide a las ONG le donen un brazo ortopédico. Pide también que en el futuro no lo discriminen y encuentre trabajo. Sobre su brazo mutilado le resta importancia, porque asegura que vive de milagro. Esa pérdida recién la está asimilando.
En su lecho del Hospital Dos de Mayo afirma que el caso suyo y el de sus compañeros no debe quedar impune, sobre todo con los familiares que perdieron a sus seres queridos.

Refiere que el lunes lo visitó el hijo del dueño de la empresa constructora. Le pidió (en un mensaje subliminal) que no "maleteara" mucho a su padre cuando hable con la prensa. Pero no puede evitar denunciar cómo se trabajaba all: No contaban con medidas de seguridad. Solo les dieron un casco para protegerse. También refiere que muchos obreros sufrían heridas en su labor, pero nadie se animó a renunciar ni a denunciarlo por temor a perder el trabajo. Allí permanecían 10, 12 horas, o más. El único objetivo de los contratistas era acabar como sea el edificio, ese que acabó con la vida de ocho obreros, ocho de sus amigos. ¿Y él? El único sobreviviente, el que puede contar lo que sucedió. Regresó a la vida, sí, y Dios estuvo a su lado.

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