martes, 29 de abril de 2008

La espera que desespera

Incertidumbre. Acabo de salir de dar un examen y siento todo me ha salido bien. Lo primero que hago en estas tensas horas de espera es escribir. Como refugio, metido en una cabina de Internet en Miraflores. Hay que aguantar. Hay que hacer tiempo. Son varias horas en las que divagaremos, para que al fin, si la gracia esté llena de mí o conmigo, me toque y logre, al fin, uno de esos bien preciados sueños.
Que la espera desespera es cierto. Más cuando sabes que ya nada depende de ti. Que todo lo que estuvo a tu alcance lo hiciste, y solo queda ver como pasa el reloj, a veces lento, otras furioso como si el tiempo dependiera de nuestro estado de ánimo. Y ya van cuatro horas, y ya van doce horas. Ya hasta pasó un día. Y nada. Ya siento cómo el rostro se me enciende de rubor y no puedo controlarlo. Pienso en otras cosas, en el Clásico que se viene, en el Barcelona – Manchester que será en unas horas, pero nada. ¿Sudas?, cuidado. El corazón te puede traicionar, porque corre, se estruja, se vuelve chiquito y vuelve a crecer. Sientes que la sangre sale como un fuerte chorro a través de las venas, después de creer que se ha congelado en el “friser” que por estas horas ya es tu cuerpo.
Ahora tienes esa extraña sensación de tener hambre y no querer comer. Es momento de mostrar cara de tranquilidad ante el resto y decir, “bueno, las cartas ya están echadas. Que sea lo que Dios quiera”.

Suena el F… mejor canción para este momento lo dudo:

“…no era bombero y el dejó en esa calle en que te vi sus veinte años y sus sueños aquella noche de abril/ pero subió hasta el sol y no volvió a su casa, y arriba se quedó un corazón en llamas”.

Si pues, en llamas porque arde. ¿Rara sensación verdad?, ¿Cómo se apaga ese fuego?. Quizás más tarde con cerveza, ¡Ojala!.
El texto lo escribo rápido con esa sensación de creer que el tiempo pasa más rápido si agilizo los dedos. Si hago cien palabras por minuto. Si escribo con las vísceras enredadas.
Sigo oyendo al F, ese Daniel es de los bravos. Logra entregar paz, y disminuir la ansiedad. Por el momento no me queda más que contarles que ya compré mis entradas para el partido del miércoles, fui al Lolo Fernández y tuve que hacer gala de viejos trucos para conquistar a una revendedora abusiva, asesina de la ilusión (la frase es del F) y jugar con la ansiedad venidera de la gente. Ya no por un resultado, sino por un partido, que, por Dios, también esta hecha de ¡Resultado!. Ganar o perder. No se puede empatar. Ya no.
En la cabina miraflorina pongo la web musical Atevip.net y paso por Sabina y Serrat. Más paz. Sigo esperando, con un hambre creciente. Me atolondro, las palabras se me atropellan, creo ya no puedo escribir. Acabo de dar un importante examen y no sé qué ocurrirá. Los mantendré informados.

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