miércoles, 8 de octubre de 2008


Del significado de Octubre y sus creencias religiosas
Cristo negro, su hábito y el turrón...

Porque soy flojo y ando con la cuestión apagada no se me ocurre mejor idea que colocar esta crónica hecha en 2003 cuando trabajaba en el extinguido diario Liberación y tenía 19 años. En su momento tuvo buenos comentarios. Hoy (ya con casi 25) la noto un poco extensa y con muchas comas que deberían ser reemplazadas por puntos seguidos. Al igual de palabras y párrafos enteros que borraría. De todas formas se las entrego ¡Con cariño! Ya, lean y comenten.

Escribe: David Gavidia .
Foto: Karen Espejo (pirateada sin su permiso del hi5 que poseramente mantiene).

Tuve la suerte de nacer en un mes de tradiciones, una tarde de Octubre, mientras el Señor de los Milagros recorría la avenida Brasil para hacer su típica visita al Hospital del niño.

Mi madre era dada de alta en el Hospital del Empleado y salía conmigo en brazos. Era un recién nacido. No comprendía lo que significa este mes en Lima. Imagino que mi primer contacto con la sociedad fue con alguna señora gorda y fea que le ofrecía a mi mamá Vicky un dije milagroso, con una imagen indescifrable para mi, mientras otra me echaba incienso en la cara para la suerte...por cierto, la tuve.

Han pasado 19 años y recuerdo haber acompañado fielmente aquella imagen indescifrable en sus inicios y que terminó por llamarse Señor Milagros. Al principio sin saber por qué y hoy con la firme convicción de seguir haciéndolo hasta que me recojan de este mundo. Durante años comprendí lo que significa este mes en el que tuve el privilegio de ver por primera vez la luz. Octubre resultó ser sinónimo de fiesta y fe, donde los fieles siempre miran en dirección a las Nazarenas como los árabes a la Meca.

Octubre, además de fervientes muestras de fe significa un atracón de la patada en las principales arterias de Lima. Ojo descuidados y descuidadas. Choros y pirañas abundan. ¡Señor, ten piedad de nosotros!.

Jamás use hábito. Recuerdo que en el año 93, cuando cursaba el tercero de primaria, un amigo llegó al colegio con una corbatita en la que tenía bordada la imagen del Señor, lo primero que pensé fue en tener una igual y llegar a las aulas orgullosísimo y corbatudo, con cara de penitencia y de ser buen religioso. Llegué a casa, le pedí una igual a mi mamá, la respuesta fue negativa: “Tienes que ser devoto”, me dijo, ¿Qué significaba eso?, pensé, en mis escasos nueve años. “Tienes que ser fiel”, me respondió, de seguro intuyendo mi aun tierna ignorancia. Nunca use una igual.

Diez años después de este suceso tan lejano y añorado aun recuerdo a este compañero y me pregunto si seguirá con sus firmes convicciones, como en aquellos años de primaria, cuando incluso se atrevió a darme algún cursillo acelerado para ser “todo un devoto”.

Ya lejos de las aulas escolares y trabajando para este medio de comunicación, aprovechando una comisión, decidí pasear por esa zona morada y entrar un momento a venerar a la Imagen, sorpresa mía, al ver que para ingresar a tocar un cuarto de segundo la efigie, tenía que hacer una cola enorme, toda una procesión. “Ingreso dos de la tarde”, un letrero. Observo el reloj, medio día, era un abuso.

Una música celestial acarició mis oídos. “Señor de los Milagros... aquí venimos en procesión, tus fieles devotos a implorar tu bendición...” ¿La música vendrá de los interiores de la iglesia?, ¡No!. Sorpresa, el último grito de la moda en venta: el CD del Señor de los Milagros, con todos los temas de la famosa procesión, además la historia narrada por una voz melancólica, preocupada o estreñida, ¿Cual es el precio?, Diez soles joven, es doble. ¿Y el casete?, 5 soles.

¿Cuántos vendes al día?, pregunto confianzudamente a un señor de camiseta blanquiazul. El me responde sin pensarlo siete veces. “Depende, 5 o 6 incluso más".

Una Señora que observa la conversación se acerca con un centenar de estampitas, velas y rosarios. Sin que nadie le preguntara algo ella responde a mi inquietud anterior. “Yo puedo ganar hasta 100 soles en los días de procesión, trabajo desde la 6 de la mañana joven hasta las 9 de la noche".

El mundo del turrón en las afueras de las Nazarenas. Siento en la espalda un jalón, mi chompa se estira al máximo. “Tenga cuidado oiga”. Le digo a una turronera uniformada de enfermera. Ella, con el bocado de la muerte en una bandeja de platino insiste. “¡Joven no se lleva un turrón!”. “Suficiente con el tuyo”, quise responder. Noté que le faltaba un diente. “No hay plata”. Respondí con incomodidad, pues 10 vendedoras más se venían al asecho con su mañoseo turronesco. ”Prueba te va a gustar”, insinúa la chimuela. Acepto. Un mordiscón a aquella suave porción de miel y frutillas, sabe bien. Es “Doña pepa, el original”.

Pronto caigo en la cuenta que todo los turrones son de Doña Pepa. “Turrones Doña Pepa de Santo Domingo”, “Turrones Doña Pepa, El Milagroso”, “Turrones Doña Pepa Las Hermanitas”, además del antes mencionado. ¿Todos son de doña pepa? Pregunto, “Amigo es que ella es la creadora”, responde con la solemnidad que solo una entendida en la ciencia del turrón puede ofrecer. Continúa, “nosotros somos los originales, usamos fruta y miel de calidad, somos el más suaveciiito”, parece cantarme su jingle. “Eso no es de San José”, increpo. Silencio. “No me malogre la publicidad joven”, (risas). ¿Cuánto el kilo? A doce soles mi amor, el medio a ocho y el cuarto te lo dejo a dos. Aunque sea llévame un cuarto y luego a la cama”. Me quedé frío, ¿La del turrón bravo se me insinuaba? Sonríe, se carcajea, se burla. “Una broma joven, pero gasta dos manguitos. Te has comido como cinco bocados” (carcajadas). Casi hipnotizado por su juego de palabras accedí a comprarle un pedazo del postre de Octubre. Quién puede con el encanto de las vendedoras antipáticas y groseras pero querendonas y sobonas de Lima. Hasta pronto papacito y que el Señor este contigo.

Todo Lima en el mes morado se contagia de un fervor religioso. Todos, al igual que en agosto cuando le toca el turno a la bella Santa Rosa. Hoy esta Iglesia bajopontina yace polvorienta, lejana y olvidada. A solo media cuadra de la ahora poblada Nazarenas.

Luego del heroico escape en la iglesia vecina quise ingresar por un momento a sus pasadizos alejándome del bullicio de media cuadra más arriba. El resultado de esta visita: tristeza total, aquella Santa tan visitada en Agosto y olvidada el resto del año, como nos cuenta el amigo portero, es en estos momentos fiel reflejo de la melancolía al igual que su pozo milagroso, vacío. Los ambulantes van a contar sus monedas y la mercancía con la imagen del negrito crucificado, si un parroquiano ingresa a visitar a la bella Santa los buitres de la informalidad van a su acecho de inmediato, ¡Sobres para el pozo de los milagros!, ¡La verdadera historia de la patrona de Lima!, mientras esconden presurosos la mercancía morena. Todo es negocio.

La peregrinación es una historia a parte, estos mercantilistas de la fe se mezclan entre los fieles y te refriegan en la cara el calendario 2004 del Cristo Pachacamilla, rompiendo la concentración y las promesas de sacrificio y el pedido del milagro correspondiente.

Como escribí en los primeros párrafos de esta crónica, mi fiel compañera en estas vicisitudes religiosas de la vida fue mi madre, mi mamá Vicky, quien todos los años era capaz de despertar a su hijo único a las seis de la mañana, y yo, renegando me ponía de pie, pero al darme cuenta que este día de procesión resulta una fecha especial para mi, saltaba de la cama, me vestía con lo más parecido a morado que tenía y salíamos disparados de nuestra casa.

Allí en la avenida Tacna, miles de personas se daban cita (como en esta mañana), la emoción de los devotos es contagiante. Señoras de hábito con sus mantillas y sahumerios en las manos. Llorando, caminando de rodillas, hombres a punto del flagelo y niños en los hombros de sus padres sin comprender lo que sucede.

Adelante la imagen se desplaza lentamente, paso a paso con un movimiento galante, mientras la población en los edificios lanzan globos morados, blancos y papel picado, el momento se llena de un olor a octubre, las cadenetas parecen resistentes al viento, el Puente Santa Rosa cerrado para el paso de los peatones, las palomas blancas pasean por el cielo gris como intuyendo el síndrome de paz que invade el lugar, los fieles parecen estar de luto eterno, forrados de un color sicodélico que nosotros los limeños nos hemos encargado de transformar en tradición.

Uno que Reza, otros que lloran, muchos dirigen su mirada al cielo e inicia sus peticiones acompañadas de promesas, en muchos casos imposibles para los mortales pero no para lo que llamamos Todo Poderoso.

“Señor protege a mi familia, y los que quiero. Cuídame. No me separes de los que amo. Señor libérame de todos los males”. Un hombre paralítico llora, una anciana parece desmayarse en la aglomeración del cine Tacna, Defensa Civil aparece presuroso en su rescate, mientras el equipo de Alianza Lima dejó la vestimenta blanquiazul para forrarse de blanquimorado en signo de sus creencias.

Los vendedores siguen llenándose los bolsillos de fe ajena, sin importar dejar una muladar el lugar donde se colocan a hacer su negocio, picarones, bocadillos de Piura, piedras pómez, chicharrones, y los rateros se disfrazan de creyente por un momento. Medio Perú siguiendo aquella imagen milagrosa, dejando esperanzas por donde pasa y presto para la jarana de la noche que acabará en bronca y con promesas de cambio olvidadas y renovadas para el próximo año, total los pecados serán eternos, así como el negro más querido del Perú, con su octubre criollo, el hábito de gabardina o polyester morado y su turrón de doña pepa, sea la marca que sea, de igual forma siempre tendrá sabor a Octubre.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una crónica de pueblo. Me gustó, sobre todo por el modo tan sencillo en que describes lo que pasa en esos recorridos procesionales, sin exagerar nada, sin quitar nada, todo es tal cual. Me reí mucho con las turroneras pornográficas.

(la autora de la foto)

Anónimo dijo...

David!

Recuerdo cuando te dijeron que no saldrìa la nota. Hay historias que nunca debemos ocultar y màs si estos reflejan el dolor humano que como Periodistas nos conmueven, que es preciso contar... Te Felicito!

Tu amiga

Yovana C.