Mi nombre es David Gavidia. Mi signo es Escorpio. No creo en la cartomancia, pero según wikipedia mi personalidad es la de un sujeto terco, obsesivo y compulsivo. Sin embargo, desde que un grupo de astrónomos descubrió el nuevo signo astral, Ofiuco, he adquirido los valores, la locuacidad y amabilidad de los Virgo. Desde entonces, leo ambos horóscopos, con la terrorífica idea de haber revisado durante 27 años un destino que no me correspondía.
No leo libros de autoayuda, pero también creo que uno mismo edifica su futuro. Ando en eso. Y tampoco creo en los videntes, pero reviso los horóscopos por la noche, con la fascinación de encontrar errores gramaticales y saber que sus pronósticos no fueron ciertos. El destino sigue siendo incierto. Y más si se vive en Lima, Perú; el lugar donde resido.
Autorretratarse es una tarea complicada. Y peor si se es aspirante a periodista, donde lo primero que se aprende (y para mal) es la construcción de un ego intelectual indestructible a las críticas del Facebook o al troleo tuitero. Escribir sobre uno mismo y sin la ayuda de la internet es una tarea complicada. Más en estos tiempos en que la vida –para muchos- se define por la marca digital y la cantidad de seguidores que tienes en las redes sociales. Tengo 700 amigos en Facebook, 160 seguidores en Twitter. Soy un NN del mundo 2.0.
Sigamos.
Nací un 28 de octubre, cuando en Lima se festeja la Procesión del Señor de los Milagros. Me gusta la vanidad, y si Vallejo afirma que nació un día en el que Dios estuvo enfermo, creo que yo lo hice cuando andaba de paseo. La procesión es una fiesta popular, muy ligada a la jarana. Creo que de allí viene mi espíritu nocturno y mi ánimo rumbero: destapo una cerveza cada fin de semana. En mi país se dice que después del fulbito viene el fullvaso. Soy un adicto al deporte rey.
Me gusta el fútbol. Y creo en la sentencia de que “es lo más importantes de lo menos importante”. Esto me trajo muchos problemas. A los 15 años un policía me agarró a palazos, me han caído piedras en la cabeza. Me corrí de la guardia canina y le robaba dinero a mi madre para ir a la Popular. Siempre me descubría, pero siempre me perdonaba. Prometía no volver a hacerlo, pero era un eterno reincidente.
De chico quise ser futbolista. Pero el tiempo se encargó de derrumbar ese sueño. Mido un metro sesenta y nueve, peso 69 kilos y mi aspiración era jugar en la “U” y en Europa. Con este físico poco atlético, solo hubiera aspirado a mi liga departamental. Fuera de ello, supongo que uno en la cancha deja mucho de su personalidad. Me cuesta mucho dar un buen pase o armar una buena pared, pero soy capaz de meter la cara por defender mi arco. De cuando en cuando hago golazos. Pero lo mío no es la habilidad, es mas bien el corazón para jugar.
Escucho poca música, veo pocas películas y compro los libros que publican mis amigos. Leo también los diarios por obligación. Y antes de leer un buen clásico, prefiero ver un buen clásico. Mejor si es el Barza-Real Madrid. Leo los libros que encuentro en mi camino. No es que lea mucho, pero trato de hacerlo para educarme mejor. ¡Ah! Estudié periodismo y tengo una maestría en literatura peruana y latinoamericana. No tengo autores favoritos, ni le hago quecos absurdos a Paulo Cohelo. Admiro a Bradbury, pero quisiera escribir como Ribeyro. Admito que me gustan las canciones de Arjona, pero este año me pegué con Calle 13.
Soy un hombre de costumbres adquiridas. Me considero muy normal. Prefiero estar solo que mal acompañado y de niño me tiraba pedos y me comía los mocos. Hasta que me metieron en la cabeza que no era “políticamente correcto”. Por esos años y recien ahora me doy cuenta que lo correcto es habitualmente lo incorrecto, y que la vida está llena de prejuicios que solo sirven de limitación.
No tengo hijos, pero he tenido dos perros: Bruce y Lee. Sí, admiraba al karateca. Mi viejo murió de un cáncer y mi mamá está enferma. Mantengo a mi familia pero creo que lo hago mal. Si bien, nunca falta dinero uno siempre quiere darles más. Me divierte la figura del escritor que sufre. Yo escribo poco, y cuando lo hago trato de estar en pijama y bien abrigado. Dentro de unos días cumpliré 28 y no tengo cosas propias. Es decir, no tengo carro, no tengo departamento. Pero me jacto de haber ahorrado un año para comprarme mi laptop. Tengo un Play Station 2. Mi nueva aspiración es un Play 3. Siempre prometo que me esforzaré al máximo, aunque con los años incumplo las promesas con mayor frecuencia. Mi vocación es aspiracional, y aunque soy defensa, siempre sueño con hacer el gol de mi vida. Sé que llegará, solo espero no que no me encuentre en posición adelantada.
No leo libros de autoayuda, pero también creo que uno mismo edifica su futuro. Ando en eso. Y tampoco creo en los videntes, pero reviso los horóscopos por la noche, con la fascinación de encontrar errores gramaticales y saber que sus pronósticos no fueron ciertos. El destino sigue siendo incierto. Y más si se vive en Lima, Perú; el lugar donde resido.
Autorretratarse es una tarea complicada. Y peor si se es aspirante a periodista, donde lo primero que se aprende (y para mal) es la construcción de un ego intelectual indestructible a las críticas del Facebook o al troleo tuitero. Escribir sobre uno mismo y sin la ayuda de la internet es una tarea complicada. Más en estos tiempos en que la vida –para muchos- se define por la marca digital y la cantidad de seguidores que tienes en las redes sociales. Tengo 700 amigos en Facebook, 160 seguidores en Twitter. Soy un NN del mundo 2.0.
Sigamos.
Nací un 28 de octubre, cuando en Lima se festeja la Procesión del Señor de los Milagros. Me gusta la vanidad, y si Vallejo afirma que nació un día en el que Dios estuvo enfermo, creo que yo lo hice cuando andaba de paseo. La procesión es una fiesta popular, muy ligada a la jarana. Creo que de allí viene mi espíritu nocturno y mi ánimo rumbero: destapo una cerveza cada fin de semana. En mi país se dice que después del fulbito viene el fullvaso. Soy un adicto al deporte rey.
Me gusta el fútbol. Y creo en la sentencia de que “es lo más importantes de lo menos importante”. Esto me trajo muchos problemas. A los 15 años un policía me agarró a palazos, me han caído piedras en la cabeza. Me corrí de la guardia canina y le robaba dinero a mi madre para ir a la Popular. Siempre me descubría, pero siempre me perdonaba. Prometía no volver a hacerlo, pero era un eterno reincidente.
De chico quise ser futbolista. Pero el tiempo se encargó de derrumbar ese sueño. Mido un metro sesenta y nueve, peso 69 kilos y mi aspiración era jugar en la “U” y en Europa. Con este físico poco atlético, solo hubiera aspirado a mi liga departamental. Fuera de ello, supongo que uno en la cancha deja mucho de su personalidad. Me cuesta mucho dar un buen pase o armar una buena pared, pero soy capaz de meter la cara por defender mi arco. De cuando en cuando hago golazos. Pero lo mío no es la habilidad, es mas bien el corazón para jugar.
Escucho poca música, veo pocas películas y compro los libros que publican mis amigos. Leo también los diarios por obligación. Y antes de leer un buen clásico, prefiero ver un buen clásico. Mejor si es el Barza-Real Madrid. Leo los libros que encuentro en mi camino. No es que lea mucho, pero trato de hacerlo para educarme mejor. ¡Ah! Estudié periodismo y tengo una maestría en literatura peruana y latinoamericana. No tengo autores favoritos, ni le hago quecos absurdos a Paulo Cohelo. Admiro a Bradbury, pero quisiera escribir como Ribeyro. Admito que me gustan las canciones de Arjona, pero este año me pegué con Calle 13.
Soy un hombre de costumbres adquiridas. Me considero muy normal. Prefiero estar solo que mal acompañado y de niño me tiraba pedos y me comía los mocos. Hasta que me metieron en la cabeza que no era “políticamente correcto”. Por esos años y recien ahora me doy cuenta que lo correcto es habitualmente lo incorrecto, y que la vida está llena de prejuicios que solo sirven de limitación.
No tengo hijos, pero he tenido dos perros: Bruce y Lee. Sí, admiraba al karateca. Mi viejo murió de un cáncer y mi mamá está enferma. Mantengo a mi familia pero creo que lo hago mal. Si bien, nunca falta dinero uno siempre quiere darles más. Me divierte la figura del escritor que sufre. Yo escribo poco, y cuando lo hago trato de estar en pijama y bien abrigado. Dentro de unos días cumpliré 28 y no tengo cosas propias. Es decir, no tengo carro, no tengo departamento. Pero me jacto de haber ahorrado un año para comprarme mi laptop. Tengo un Play Station 2. Mi nueva aspiración es un Play 3. Siempre prometo que me esforzaré al máximo, aunque con los años incumplo las promesas con mayor frecuencia. Mi vocación es aspiracional, y aunque soy defensa, siempre sueño con hacer el gol de mi vida. Sé que llegará, solo espero no que no me encuentre en posición adelantada.